Sinopsis



Dice mi madre que acabar un libro es como quedarse huérfana y una madre siempre tiene razón. 



La suerte del periodismo es que la realidad nunca se acaba. Sólo cuando traspasa los límites de lo predecible. 

Pertenezco a esa especie en extinción que una vez supo lo que quería. Y que luego lo olvidó. Porque yo lo quería todo y a veces aún me sorprendo recordándolo. Supongo que por eso soy bióloga, realizadora  y periodista. Futuro imperfecto, como todos mis pasados.

Que por qué periodismo, me pregunta la gente. Igual que antes me preguntaban que por qué biología. Y no entendían que porque quería curar al mundo. Y entenderlo.

Que por qué periodismo me preguntan ahora. Esta sí es fácil. Por necesidad. Porque yo ya no sabía qué hacer con las palabras. Porque se me acumulaban en las yemas de los dedos y necesitaba que alguien me enseñara qué podía hacer con ellas.

Y por eso aquí estoy. Escribiendo, una vez más para nadie. Quiero decir, para mí. Porque si no, me ahogo. Porque si no, podría volverme loca. Y puedo. Porque necesito respirar palabras.  Inventarlas, maquillarlas y ponerlas en el lado más irónico de la realidad. Aspirando a dar letras a quién no tiene todas las palabras. Porque  soy de esa (otra) especie en extinción que cree que el periodismo no está enfermo. Que simplemente está creciendo. Como el niño que tiene fiebre.  

Que por qué periodismo. Porque ojalá me sirva para cambiarle la mirada, aunque sea, a una sola persona. Porque ya he aprendido a no querer cambiar ni curar al mundo. Sólo a mantenerlo en un lado un poco más justo. “Sólo”. 

Periodismo porque creo que es necesario llegar donde otros no quieren. Y no hablo de grandes causas. A mí eso me vendría grande, yo no sé brillar. Hablo de lo que, de  tan pequeño, es casi invisible. Hablo de lo que no vende. De lo que no importa. De lo que a mí sí.

Periodismo porque ya dijo Larra que escribir en Madrid, es llorar. Y yo, valenciana, fruto de la luz y adicta al mar, siento lo injusto a lágrima viva. 

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