lunes, 16 de mayo de 2016

Sanidad para todos (nosotros)

¡Cuidado!No quiero alarmar a nadie pero hay enfermedades invisibles.  No hablo de las transmitidas por organismos tan pequeños que no podemos ver ni con microoscopios de todos los aumentos no existentes. Tampoco de las que pasan inadvertidas hasta que comprometen la vida del que la sufre. Ni siquiera hablo de las enfermedades que se presentan silenciosas en sus síntomas. No.

Las enfermedades invisibles son las que afectan a la gente que no queremos ver. A la que se encuentra tan lejos que casi nos podrían parecer de otra especie, así en un momento tonto de enajenación mental y "occidentalismo transitorio". Los que no importan porque, a ver, ya están acostumbrados a que su vida valga menos que la nuestra. ¡Se siente!, haber nacido aquí.

En La salud,emergencia global escribe Ian Bremmer, acertadamente, sobre la problemática de la salud en relación a la mala economía de un país. Y sobre las grandes crisis. Y sobre las enfermedades crónicas. Digo acertadamente no por lo que dice, sino porque al menos se acerca a un tema que, pese a su inmensurable  importancia, apenas es tratado. No copa portadas ni llena periódicos.

Muy de pasada, eso sí, critica que gobiernos e instituciones internacionales pongan su foco en las enfermedades mediáticas. Véase el ébola en su momento, o el virus Zika ahora de rabiosa actualidad. ¿Y por qué? Fácil. Porque han llegado a Occidente y eso sí asusta. Antes no daban miedo pero no  es porque su virulencia haya evolucionado. Ni porque hayan aparecido cepas nuevas que propaguen nuevas formas de la enfermedad. Simplemente era un enfermedad que no interesaba, una enfermedad de pobres, vaya. Como es aún el Chagas, o la Enfermedad del sueño (y no, no es la narcolepsia).



                                Una rápida comprobación de la (des)atención mediática
Vemos estos resultados de la búsqueda de dos de estas enfermedades y si lo comparamos con el número de afectados de Zika (aproximadamente, según datos del INS, 20000) y los de Chagas (entre 6 o 7 MILLONES de personas según la OMS, ni siquiera se sabe exactamente. Millón arriba, millón abajo) a mí, por lo menos, me duele. 

Creo por ello, que el autor se equivoca en el enfoque del tema, se desvía de su propio titular, de lo que yo considero la verdadera emergencia mundial.  Ian centra su atención en la importancia de las enfermedades crónicas que sí suponen un gasto para la economía de un país.  Habla de que los cambios de estilo de vida en los países en desarrollo conllevan un aumento de este tipo de enfermedades. Con ello critica que los gobiernos no presten atención a diabetes, hipertensión o cáncer porque no son mediáticas. Pero opino que no es comparable a las verdaderas enfermedades no mediáticas. Como bien indica, la mayoría de ellas son causadas por un estilo de vida poco adecuado con lo que políticas de educación y formación podrían ayudar en su control.

Estas enfermedades son conocidas. Se saben sus causas, sus mecanismos de acción y sus posibles tratamientos puesto que afectan a toda la población. Y si algo se desconoce todavía, se está trabajando en ello. Por eso, al contrario de lo que dice en su columna, no creo que puedan, ni casi deban, ponerse al nivel de la gran cantidad de enfermedades “agudas y contagiosas”, potencialmente mortales y de las que muchos desconocen incluso su existencia y que, por tanto, su tratamiento está lejos de ser descubierto.

Como suele ser habitual la autocrítica tampoco aparece en ningún momento. Los recortes en sanidad e investigación,  a nivel mundial, están matando a gente, eso no lo va a negar nadie. Y sí, ojalá todos los países mejoren sus redes sanitarias.  Pero creo que es deber de todos buscar aquello que, estando a nuestro alcance, podemos  hacer para contribuir a la solución del problema. Buscar soluciones,  no culpables. Culpables que, casualmente, nunca nos pillan cerca.

Creo que es tiempo de parar y mirarse el ombligo pero para comprobar a qué altura está. Porque seguramente no sea la adecuada. Lo que no sale en los medios, no sucede. Si no se conoce, no existe, no importa a la gente ni por tanto a los gobiernos. Y por ello, no se invierte en investigación, no se busca la solución, no se encuentra tratamiento y, mientras,  ellos siguen muriendo. Es una regla de tres directamente proporcional y cruel.

Hay que coger la gran responsabilidad que tienen los medios para dar cabida a quienes el sistema les da espalda, a quiénes mueren por no ser nadie. Porque si no, somos cómplices de lo que intentamos criticar. Como finaliza el periodista: “los gobiernos no suelen actuar hasta que no se sienten obligados a hacerlo”. Pues hagámoslo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario